Tengo un amigo que le dice a su siquiatra: "Doctor, si usted me da el alta,yo lo mato!" Es tal la relación de dependencia que se produce en algunos casos cuando profesional y paciente hacen click que, aun cuando el tratado se dispone a enfrentar su vida cual olimpiadas, aparece esta cuasi patología del obsesivo acostumbramiento hacia el tratante.
Cuando más grande es la ciudad en que uno vive, más común es ver personas llorando por las calles que, por deducción, vienen de su sesión con el sicoanalista. "¿En que praxis andas hoy? pregunta uno a un conocido que te mira como si fueras un chiflado mientras se enjuga un torrente de lágrimas y mocos. "¡Déjame hasta ahí, vienes del analista!". No falla.
Aunque suena desapasionante, cuantas personas evitarian terapias, talleres de crecimiento personal, apegos a fanatismos religiosos y mil panaceas vende ilusiones si abrieran sus ojos ante una de las verdades más grandes jamás escritas: ser felices es vivir la vida en la armonía de las circunstancias, sin aspiraciones ni deseos.
Si bien el jolgorio, el placer y la celebración tienen estricta conexión con conseguir las cosas que queremos ¡Y puta que es bueno disfrutar esos momentos!, la angustia también tiene que ver con esos espisodios. El no cumplimiento de las expectativas nos hace desgraciados, pasando del éxtasis a la pena. Y andar de salto en salto no nos convierte en seres felices. Si suprimimos las exigencias de muchas de nuestras metas y deseos, aprenderemos a vivir en la armonía del presente.Ya se que suena elevado y poco tangible para muchos, pero estoy seguro de que en esto radica una vida mas plena, sobre todo para personas que como yo, cada vez vemos mas la trascendencia como algo lejano y abstracto. Vivimos en dos dimensiones, una que tiene que ver con nuestra fisionomía y estructura, acotada y que nos acompaña desde que nacemos hasta que estiramos la pata. La otra, anatémica y bendita a la vez, tiene que ver con el lenguaje, lo que finalmente nos hace seres humanos.
Cómo nos relacionamos con los otros, desde lo espiritual y místico, pasando por los valores, la filosofía, la fama y la familia, todo está estrechamente ligado al ámbito del lenguaje. Dañarnos, amarnos, respetarnos o faltarnos el respeto operan con el lenguaje, y allí inevitablemente aparece la angustia y el desengaño. Suena a círculo vicioso, pero dominar esta interacción en aras de crear reacciones positivas en el prójimo y en uno mismo, ahí es donde nos volvemos seres más armoniosos, sin tanto up & down, con menos estrés y todas las exigencias de la vida moderna que tanto emputecen.
Una vez que claros en lo que buscamos en nosotros mismos, aparece lo que buscamos en el otro. En esta sociedad light y no comprometida podriamos decir que la permanencia en el tiempo es lo que nos atrae a estar con otro, a casarse, a formar una familia...a intentarlo al menos.
Estoy casi seguro, y viva la armoniosa relatividad, que lo que buscamos como relaciones íntimas es a simples testigos de nuestras vidas. Necesitamos alguien a nuestro lado que perpetúe, ya sea a través de nuestros hijos o de una simple cartilla guardada en el cajón de los recuerdos, todas nuestras vivencias, nuestra forma de pensar, los momentos de gloria y otra vez aquellos de angustia. Suena egoísta pero revisando la historia y chusmeando en la intimidad del vecino, la teoría del testigo adquiere mayor importancia en el mundo microscópico en el que vivimos.
Si con lo que me costó hilvanar mis pensamientos en esta columna el doctor no le da el alta a mi amigo...¡lo mato!!.
DIARIO SIETE (2005)
Nota del autor: Sigo pensando igual, exceptuando lo de la trascendencia. Hoy me siento mas seguro y optimista frente a eso.