Una vez al año Alsina se dedica a clasificar y calificar aquello que más le llama la atención en su contínuo patiperreo por el mundo. A menudo es una tienda de decoración, un sector en boga, un restaurante o simplemente una reflexión de esas que erizan los pelos de una parte de nuestra sociedad chilena. Porque está claro que para otra, sus fieles seguidores y lectores, su palabra es ley , y sus datos, no siempre al alcance, si referenciales de lo que sucede más allá de los Andes.
REVISTA CASAS
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Definición de lujo en la academia de la lengua española: 1.- Riqueza, suntuosidad (“vive en el lujo”)
2.- Abundancia de cosas no necesarias (“me lo explicó con todo lujo de detalles”) 3.- Todo aquello que supera los medios normales de alguien para conseguirlo (“es un lujo para mi”) 4.- Cosa muy buena o extraordinaria (“recibir a un invitado tan excepcional es un lujo para nosotros”)
Definición de lujo en el colectivo de cierto grupo adinerado chileno: 1.- Exceso de derroche y mal gusto en un país donde hay que ser austero porque somos un pueblo pobre. Hay que vivir con sobriedad, menos es mas.
Definición de lujo para el que les escribe , Andrés Alsina: 1.- Si tenemos los medios tenemos la obligación de chorrear al resto de la pirámide con los objetos y el arte de la mejor factura posible. Eso es cultura, ayuda y no estanca. Si la sociedad chilena abraza la austeridad historicamente, la pobreza extrema no debiera de existir hace al menos cincuenta años. Buen gusto si, austeridad mal entendida, no.
Y como afuera el lujo se distingue y diferencia por sobre el exceso de mal gusto, que también existe y mucho, optemos por rescatar tres lugares que tienen mucho que contar este año. En todo su esplendor y excelencia.
París, oh París. Nada mas cierto que lo que dijo el gran Victor Hugo, “Vivir en París es nacer dos veces”.
Ciudad del mejor urbanismo, monumentos espectaculares, escultura, paisajismo, rincones inolvidable, y lujo, mucho lujo.
La Place de la Concorde, construída por Luis XV dentro del marco del contínuo embellecimiento de la ciudad, dejó de ser centro político y del Terror con la llegada en 1836 de un monumento que no hizo referencia a suceso nacional ninguno. El virrey de Egipto Muhamad Ali regala el famoso obelisco de Luxor, y sus 222 toneladas de jeroglíficos dan por enterradas las estatuas reales y la filosa guillotina.
Varias ciudades de Francia están representadas por estatuas (Julliete Drouet la actriz-amante de Hugo posó para la ciudad de Brest). Desde pequeño recuerdo haber asomado la narizota por las ventanas de los autos contemplando la magnificencia de los espacios, las monumentales fuentes con motivos marinos, las iluminaciones nocturnas y las farolas de bronce con motivos dorados. Sigo hoy ya casi en mis cincuenta sintiendo exactamente la misma movilización estética.
El duque de Crillon compró uno de los dos palacios de Gabriel , los que limitan al norte la Place de la Concorde, a Luis XVI antes de la revolución. De ahí el nombre de uno de los hoteles más fascinates del mundo, y cuyo nombre se ha copiado y requetecontra usado hasta en pensiones de medio pelo en lugares de pelo y medio.
El restaurante Les Ambassadeurs, medio escondido, pero igual ahí, debe ser el recinto gastronómico más fastuoso que conozco. Ubicado en la antigua sala de baile del palacio,los lustres compiten en importancia con los siete tipos de mármoles de Siena que conforman la arquitectura interior del lugar.
Al frente de la cocina se encuentra el chef Jean Francois Piege, un artista que moderniza la comida tradicional con gustos y presentaciones absolutamente arrebatadores. De exquisita ejecución, les recomiendo el atún azul a la Rossini, las morillas con avellanas y el frasier de postre, único en el mundo.
Sorteando a la “police” fuera de la embajada americana enfilamos derechito por la Avenue Matignon para llegar al que el año pasado fuera mi elegido mejor hotel del mundo: Le Bristol. Este año, con su tercera estrella Michelin ganada, conseguir mesa para deleitarse con los manjares de Eric Frechon puede resultar imposible. Pero el laureado mejor chef del año suelta la mano en el nuevo 114, faubourg, el bistró chic del recién abierto anexo de mi querido hotel. Con el mismo espíritu de siempre, madame Oekter, la propietaria, logró recrear en las nuevas suites de la residencia, un clasicismo francés puro, pero tan, tan alegre. Los toile de jouy rojos con blancos, los estampados florales bajo los preciosos espejos dorados y el mobiliario “ecrú” (crudo) le confieren a estos espacios todo el nuevo lujo parisino. Sin contar con la escalera y su cascada de leds que más parecen suaves gotas de agua detenidas entre piso y piso. La decó del bistró, juega mucho con el tema de las grandes flores, particularmente dalias sobre tonos naranjas, realzadas con una iluminación fuera de serie. Y en las mesas,dispersas alrededor de una escalera central de acero, platos que van desde el parisino steak au frites (acá la novedad son las salsas), pasando por vegetales al wok y salmón ahumado con waffles de papas. A cargo de esta nueva iniciativa, el jóven talento Eric Desbordes, que haciendo honor a su apellido ya desborda de trabajo tanto al almuerzo como en la noche. Los precios, 70 lucas por persona sin vino, pero ya se viene una fórmule midi (menú mediodía) para fidelizar el día a día del comensal post crisis.
Mas lujo, pero al alcance de un Air Canada Santiago-Buenos Aires-Santiago, que por 79 dolares te hace el up-grade a la First, una de las mejores clases ejecutivas que aterriazan en Santiago.
En pleno Retiro, calle Arroyo, chic reducto porteño, Le Sud es sin duda el mejor restaurante gastronómico de Buenos Aires. A cargo de Olivier Farchi, por estos días en Santiago en encuentros culinarios de mucho tra-la-lá, todo en este lugar remite al buen gusto y a la mejor cocina, in-between sabores meridionales franceses con los mejores productos y recetas gauchas.
La decoración a cargo de Yves Rochon, el del Keppler que fuera portada aniversario de nuestra revista, con muros revestidos en maderas enchapadas, sillas oscuras e impecables manteles Frette y vasos tallados en rojo, ¡toda una atmósfera!
Y mis favoritos, el tártaro de la mejor carnacha argentina preparado en la mesa, métale mostaza de Dijon, y la trucha sobre risotto, sencillamente increíble. Bravo por este gran chef natural de Auch, pequeña ciudad francesa que viviendo en Perpignan era paso casi obligado a la hora de ir a rezarle a mi adorada virgencita de Lourdes.
Las fotos de este artículo corresponden a trabajos y ambientaciones de Andrés Alsina (2010-2011)