viernes, 28 de enero de 2011
ALVEAR PALACE
Todas las grandes capitales tienen ese hotel tradicional, más o menos trasnochado, bien downtown, y bien historiado. Paris, New York y Londres son las grandes capitales de los palacios hoteleros (Ritz, Pierre, Claridge´s,Meurice, St Regis, Plaza Athenée,Bristol, Carlyle, Savoy...). Todas las ciudades en algún momento levantaron símiles en señal de progreso y ganas de parecerse a estas tres maravillas. San Francisco tiene al Fairmont, Los Angeles el Beverly Wilshire, Milán el Principe de Saboya, Madrid el Palace, Roma el Excelsior, Río el Copacabana Palace y Buenos Aires su Alvear. Parecen todos hermanos, aunque casi todos de diferentes padres , pero se asemejan entre si bien por la arquitectura francesa exagerada en su clasiscismo, bien en su porte e impronta Art Decó. Sus interiores son decadentemente lujosos, algunos puestos al día con la contratación de los "enfants terribles" del interiorismo. Otros en cambio están ferreamente manejados por sus dueños que no aceptan ninguna intervención que vaya más allá del cambio del color de las flores.
Manejado por la famlia Sutton, dueños también del LLao Llao en Bariloche, el Alvear Palace de la Recoleta ha sido el meeting point de Buenos Aires desde que yo tengo uso de razón. Casi el 90% de la vida política, social, y cultural se teje dentro de sus afrancesadas paredes y falsa fachada sobre la avenida del mismo nombre. En realidad el Hotel baja sobre Ayacucho, calle estrecha y taponeada de edificios feos producto de alguna de las explosiones inmobiliarias mal paridas de esta ciudad.. Tiene una de las mejores galerías en su tipo ,L´Orangerie, donde con winter garden incluido se almuerza como los dioses. Personajes que yo me haya cruzado durante los veinticinco últimos años , uff, vaya lista (Ines de la Fressange, la Schiffer, Sophia Loren, Jane Fonda, los reyes de España ...), sin contar los argentinos, que es uno de los pocos lugares donde bajan del "Olimpo" para sumarse a la contertulia chic. Divas y divettes compiten en exceso de plumas y emperifollamientos para las comidas a beneficio, mientras los señores somos diariamente obligados a ponernos pantalones largos y chaqueta, ya que cierto dress code todavía funciona. En lo personal, he comenzado relaciones laborales y sentimentales, desfilado por sus pasillos y las pasarelas del salón Versalles, abierto tienda sn su galería anexa, sido objeto de un loco obsesionado que me tocaba directamente la puerta de la pieza, habiendo tenido que ser echado por seguridad, y de un tiempo a esta parte haber escuchado y masticado conversaciones francamente absurdas de personas influyentes que no hacen más que confirmar el estado de las cosas en mi querido país vecino.
Una cosa es cierta; un fin de semana en Buenos Aires tiene otro sentido si tenemos la suerte de pasarla en este emblemático hotel porteño.