La mañana del 29 de Marzo de 1977, día de la 49 edición anual de los premios de la Academia, el cielo de Los Angeles estaba más limpio que de costumbre, dejando ver a lo lejos las montañas con nieve en lo alto. A las 5 de la madrugada Faye ya no quería estar un minuto más en cama. Sentada en su bungalow del Beverly Hills recordó cuando Elia Kazan le había dicho que llorar era una de sus mejores virtudes “mostrar tus emociones es lo que te hace más fuerte, los débiles viven escondiendolas por miedo a vulnerabilizarse y que los utilicen”. Sabía que es día era especialmente emocionante pero ya había pasado por ese trance otras dos veces y prefería mostrarse más escéptica que de costumbre. Una cosa tenía clara: contrariamente con las ediciones anteriores, esta vez no estaba con ganas de producirse. El día anterior había comprado un sencillo conjunto Geoffrey Beene de seda negra y quería su pelo suelto y bien desordenado. No más plumas, no más lentejuelas, ni hablar de pestañas postizas. Sólo un par de anillos y un cinturón de pasamanería terminado en dos pompones.
Doce horas más tarde sentada junto a su marido en el Dorothy Chandler Pavilion interpretó ciertas señales como favorables: estaba Jane Fonda, quien había sido considerada para su papel de Diana Christensen en “Network”, Warren Beatty actuaba como anfitrión y había estado junto a ella en su primera nominación por “Bonnie and Clyde”. Cuando vio también como presentadora a Ellen Burstyn se calmó un poco. Nominada por Chinatown dos años antes, Burstyn se había llevado la estatuilla como mejor actriz por “Alice doesn´t live here anymore”
Cuando a la ceremonia le llega el turno a la mejor actríz, tarde en la noche, Network ya contaba con dos estatuillas, la de Paddy Chayevski al mejor guión y la de Beatrice Straight como mejor actriz secundaria. Todavía se haría con dos más: Peter Finch como mejor actor, premio póstumo tras su repentina muerte semanas antes de un ataque al corazón.
Louise Fletcher, ganadora el año anterior, tenía la clásica misión de entregar el premio a mejor actríz.
"Las nominadas este año son: Sissi Spacek por Carrie, Liv Ullman por Face to Face, Faye Dunaway por Network, Talia Shire por Rocky y Marie Christine Barrault por Cousin, Cousine...”
Del otro lado del oceano para mí el tiempo en que la Fletcher abría el sobre se me hizo eterno. Sentado solo en la cama de mi madre no daba crédito a las imágenes. Ver a la Dunaway nominada era ya un triunfo, ignorante hasta conocerla de sus anteriores nominaciones. Recordé con más intensidad que nunca, esa mano que acariciaba mi frente y los ojos que clavaban su mirada.
Sólo atiné a sentir la intensidad de la respiración de la actríz sobre mi cara seguro de ser la misma respiración que estaba por recibir la noticia.
La Dunaway jamás olvidó el momento y el sentimiento al oír su nombre. Siguió sentada queriendo estar segura de haber escuchado bien. Entonces su marido la apretó en un fuerte abrazo y empezó a sentir como murmuraciones las felicitaciones que iban penetrando con mayor fuerza en sus oídos. Sus emociones eran un total revoltijo, especialmente físicas. Se enfermó al recordar que se había puesto unas sandalias de taco altísimo le aterraba la idea de caerse camino al proscenio. El peso del Oscar cuando Fletcher se lo entrega la sorprendió. Trataba de sostenerlo, pensar y hablar. Pero también era indiscutiblemente sólido y le encantó la sensación de estar frente a un verdadero premio de sustancia, de contenido.
Agradeciendo muy a lo Dietrich “a los muchachos de atrás” en referencia a todas aquellas personas que la habían ayudado a un nivel personal, se retiró, estatuilla en mano a la sala de prensa pensando en que había finalmente llegado el pago de vuelta, el reconocimiento máximo de esa constante obsesión suya de querer ser grande en todo lo que hacía.