El 70% del prolífico trabajo de este espectacular fotógrafo australiano de orígen alemán considerado uno de los mejores del siglo XX está focalizado en espacios cerrados, un tanto opresivos, con el toque decadente de los palacios clásicos hoteleros, En algún lejano día invernal de 1981, tuve la suerte de verlo trabajar in situ. Yo tenía 17 años y no sabía lo que Newton era a la fotografía mundial ni menos del legado que estaba dejando a la generación de futuros fotógrafos. Recuerdo haber entrado en silencio a un salón del George V transformado para la ocasión en un pequeño teatro con las típicas delicadas sillas francesas doradas tapizadas en terciopelo rojo, un escenario con un piano de cola y poco más. Se que era para algo de Saint Laurent, ya que si yo estaba ahí dentro o era por la Elsa Faundez o por José Luis Armijo (dos chilenos muy cercanos del círculo de "Sant Loló" ,como solían llamarle al gran genio del smoking ). Helmut Newton , para mi un señor mayor, debe de haber estado bordeando los sesenta años. La escena era simple: Violeta Sanchez, una modelo española de perfil muy especial y musa de YSL y Thierry Mugler, figuraba sentada frente al teclado con un smoking, taco aguja, un maquillaje muy pálido con los labios rojos a morir y no recuerdo bien si sobre su espesa cabellera colorina, un sombrero fez o algo así. Improvisando unas notas en el piano con una mano, fumaba con la otra llenando el espacio de humo.
Dos focos prendidos por ahí, unas sombras sobre su cara que pronunciaba aún más su perfil de serrucho, y poco más. Helmut Newton disparaba desde una máquina nada tan extraordinaria que recuerde, sentado de piernas cruzadas sobre los mismos baúles donde guardaba su equipo. No vi trípodes, ni paraguas por todos lados, ni medidores de luces sofisticados, ni cablerío de ese que te hace tropezarte cada dos metros. El romance cámara modelo era extrañamente simple, a sabiendas que el resultado sería publicado o en Vogue o en Bazaar. Newton dirigía a Violeta sin apenas hablarle, como si la complicidad entre ellos fuese bien el producto de trabajar mucho juntos o el haberle explicado lo que quería de ella previa sesión. O ambas cosas a la vez. Asistentes, no más de tres, y de la firma, no del profesional. Silencio, mucho silencio. Apenas el click de la máquina y alguna nota del teclado del piano.
Hoy día las revistas se desviven por buscar locaciones imposibles, trabajar con equipos insensatos en cuanto a la cantidad de gente, y con fotógrafos que más vale que retoquen; de lo contrario son un cacho.
Helmut Newton ya pasó a la historia con sus desnudos en taco aguja, el blanco y negro de un dramatismo único, y la insaciable búsqueda del erotismo puertas adentro, "petites histoires" de alcobas, todas lujosas, quizá shocking para su tiempo, pero de una elegancia y sofisticación suprema.
Violeta mirándome en la intimidad de un hotel de lujo,30 años más tarde |