"Querido Leonard: Hay que mirar siempre la vida de frente, y entenderla por lo que es; quererla por lo que es y finalmente ponerla en su lugar". En un análisis profundo, la película Las Horas es mucho más acerca del poder redentor del amor y el trabajo que sobre el suicidio en sí. Virginia Woolf se mató, pero pasará a la historia por el legado de su prolífica obra, sin olvidar que estuvo 29 años junto a su querido marido, Leonard ("No creo que dos personas pudieran haber sido más felices de lo que nosotros hemos sido"). La crudeza de la existencia y la carga emotiva hereditaria, que en Las Horas cruza tres generaciones, son temas entrelazados entre sí, sorprendentes y violentos, para nada muy certeros desde un punto de vista científico, empero alucinantemente fascinante.
Aunque suene irreal, matemática y estadísticamente nadie está separado de otro por más de seis conexiones en el mundo. La proverbial teoría del "sexto grado de separación" fue inicialmente argumentada por allá en el 67 por el sicólogo Stanley Milgram. Funciona más o menos así: conozco a alguien (primer grado), que conoce a alguien (segundo grado), que a su vez sabe de alguien (tercer grado), que curiosamente trata con alguien (cuarto grado) que es amigo de alguien (quinto grado) que alguna vez estuvo con alguien (sexto grado) que intercambió palabras en un safari en Africa con un watusi. Esto me hace automáticamente estar conectado en sexto grado con un extraño y lejano personaje que con suerte lo he visto en el National Geographic o el Discovery Channel. ¿Loco verdad?
Pero si nos tomamos la teoría a pecho nos podemos volver locos...¿Como quedarnos tranquilos ante la idea de saber que potencialmente podemos estar conectados con nuestro verdugo, en, no sé, cuarto grado? ¿Como dormir en paz sabiendo que vivimos unidos a tiro de escopeta con asesinos, ladrones, amantes, genios o famosos sin saber siquiera sus identidades?
Cuento corto, por muy pañuelo que sea la Tierra, no me sirve estar conectado con el resto en grado alguno que no sea el uno, y maybe, el dos.Mas allá ,y doblegándome ante la jerga callejera, el "grado tres", sexo con tutti , sería todo. ¿Grado seis con un watusi? Iuuuu!!!.
Y bueno, soy humanista: la ciencia y las relatividades no me calientan en lo más mínimo. Lo mío son las casualidades mágicas, los encuentros "aquí te tengo, aquí veremos", las historias contadas de boca a oreja, el cariño arrastrado, la gratuidad de la amistad o la complicidad del enganche intelectual. La intensidad de los grados como factor atmosférico-erótico y no como valor determinante de cálculo ninguno.
Volvamos a Mrs Dalloway, el hilo conductor de tres historias conmovedoras, enlazadas por la rigurosidad abismante de los seres que viven oprimidos o castigados por la enfermedad, la rutina, o en el caso de la Woolf (Ok, si estoy conectado con ella por la teoría del sexto grado, ¡Acepto!!), el mismísimo genio. Pese al desenlace dramático de la trama, la historia de las tres mujeres y sus tiempos es una de las conexiones más exquisitamente maravillosas que recuerde haber visto nunca.
Tanto la debilidad mental de Virginia como la imposibilidad de Laura de dar felciidad a sus seres queridos, y la inhabilidad de Clarissa para enfrentar los reveses de la condición humana, todo sin espacio al humor y con un nivel actoral inmejorable, uff, lo máximo. Tres días, tres mujeres, tres épocas...
"Siempre los años, siempre el amor, siempre...Las Horas".
Encontrémonos más en el caos de la vida misma y menos en la exactitud de lo estadísticamente probado Para crecer gradualmente...¿Les parece?.
Por Andrés Alsina. Diario SIETE (2005) |