lunes, 17 de enero de 2011

LA DECADA DE LOS NOVENTA: EL VALLE DEL LOIRE


Mi casa en la rue Murier (Tours)
Como conviene a una región que sirve de línea divisoria entre el Norte y el Sur del país, los habitantes del Valle del Loira tienen gama de ser moderados y de carácter tranquilo. Los visitantes extranjeros se alegrarán de encontrar una población que, tanto en la ciudad como en el campo, posee un carácter cordial y afable. Cuna de numerosos reyes de Francia, se considera –con toda la razón- que el Valle de Loira es el lugar donde la lengua francesa ha sabido conservar toda su pureza. De la misma manera que fue en Toscana donde Dante dio a Italia su primera obra literaria, la Divina Comedia, fue en Orleáns (en el s. XIII) donde la lengua francesa se consagró literariamente por vez primera, con Le Roman de la Rose, poema alegórico de 22.000 versos sobre el amor, compuesto por Guillaume de Morris y Jean de Meung.


El living del antiguo Arzobispado
 Numerosas celebridades del mundo de la literatura han nacido en el Valle del Loira, o lo han escogido como patria adoptiva. François Rabelai (1494-1553), doctor, monje y genio de la sátira, creció en Chinon y estudió en Angers; todavía hoy se invoca en los banquetes –generosamente rociados con buen tinto de Chinon- los legendarios apetitos de sus héroes: Gargantúa y Pantagruel. Manifiestamente más elegante, el grupo de la Pléyade, la Pléiade, fue fundado –en el s. XVI- por siete poetas del Valle. El maestro indiscutible era Pierre de Rosnard (1524-1585), natural de los alrededores de Vendôme, príncipe sagrado de los portas por la gracia refinada de sus sonetos; además de un homenaje lírico a Liré (su pueblo angevino), Joachim du Bellay (1522-1560) redactó el manifiesto del grupo: Defensa e instauración de la lengua francesa.
Nacido en Turena, el filósofo René Descartes (1596-1650) contribuyó a este espíritu de declaración nacional al elegir publicar su gran obra, El Discurso del Método (1637), en francés, y no en latín (en esa época, lengua por excelencia de los escritos filosóficos). Su famosa máxima Cogito ergo sum, “pienso, luego existo”, es la expresión más simple y sutil de esa sensatez que caracteriza a los habitantes de la región.
En el s. XIX, Alfred de Vigny (1797-1863), poeta y autor lírico, describió su Turena natal en la novela histórica Cinco de Marzo.
Pero la gloria literaria de la región es Honoré de Balzac (1799-1850), quien en numerosos relatos de su fabuloso cuadro La comedia humana describió minuciosamente su amada patria chica. Nacido en Tours, encontró una y otra vez refugio de sus preocupaciones parisinas en el château de Saché (cerca de Azay-le-Rideau), donde le acogía un amigo acaudalado y donde escribió Papá Gorrito, y El lirio del valle. Este último relato se desarrolla en las proximidades del castillo.

La casa de las 3 chimeneas
Poeta católico y polemista de espíritu reformador, Charles Péguy (1873-1914), natural de Orleáns, es estimado entre otras obras por su poema en honor a Juana de Arco. El misterio de la caridad de Juana de Arco, y entre los intelectuales por su defensa apasionada del capitán Dreyfus.
En el límite Norte del Valle, en la vasta y llana región de la Beauce, Marcel Proust (1877-1922), recuerda su infancia en el pueblo de Illiers, inmortalizado en sus novelas bajo el nombre de Combray.
Junto a la extraordinaria arquitectura de sus castillos y de sus iglesias, la región puede enorgullecerse de sus pintores ilustres. Nacido en Tours, Jean Bouquet (1420-1480) está considerado el mejor pintor francés del s. XV por sus retratos y paisajes, en muchos de los cuales aparece representado Loira. De origen flamenco, Jean Clouet (1485-1541), nació en Tours. Pintor de la corte al servicio de cuatro monarcas, sucedió a su padre y no se limitó a su actividad de retratista sino que también se ocupo de otros temas más sensuales, como la mitología clásica.
El más grande de todos los artistas que han honrado con su presencia las riberas del Loira fue indiscutiblemente Leonardo da Vinci (1452-1519). En 1516, Francisco I invitó al ya anciano maestro a vivir en Amboise, en la mansión de Clos-Lucé, a los pies del château. Como parte de su equipaje, Leonardo da Vinci llevaba tres pinturas para su anfitrión, hoy expuestas en el Louvre: La Giaconda, La Virgen con el Niño y Santa Ana y San Juan BautistaI Lo único que nos ha llegado de estos últimos años de trabajo del gran genio, símbolo él sólo del espíritu del Renacimiento, es un conjunto de planos, parte del proyecto para canalizar el Loira en Romorantin y desecar las marismas de Sologne, así como los dibujos arquitectónicos que inspiraron una parte de Chambrod y –posiblemente- el de Blois. Se le atribuye asimismo la organización de los festejos de la corte de Amboise. Francisco I contó más tarde al escultor Benvenuto Vellini que una de sus mayores satisfacciones eran las conversaciones sobre arte y filosofía que casi a diario tenía con Leonardo da Vinci.

Otro aspecto del living. VIVA EL COLOR!


Vivir en el siglo XIII revisitado por Alsina
 

De 1993 al 2002 el Loire fue lo más cercano a mi corazón. Fui inmensamente feliz en el Valle de los Reyes. Mi intento fallido hace dos años (foto en el depto de Tours esperando mis muebles) me reconfirmó que segundas partes rara vez son buenas.